(...)
caminas rápido para llegar temprano
y comenzar el día
del que al llegar a tu casa
no dudaras que valio la pena
haberlo comenzado.
Tomas la micro...
Cualquiera.
No te importa el recorrido
y el chofer sea cual sea ya te conoce.
Subes mirando cada peldaño
de la escalera.
No quieres tropezar,
porque no vas quedarte en tu casa para recuperarte,
y sabes muy bien, aunque no lo demuestres,
que con un dolor no te gusta salir a trabajar.
Una vez arriba ya no eres la misma de siempre,
sacas un vozarrón que ni tu sabes de donde proviene,
y empiezas asi a rezar:
"Tengan ustedes muy buenos días.
Mi intension no es molestarlos..."
Y te das cuenta que los rostros ya no te miran,
que prefieren mirar los autos que van al lado,
que prefieren mirar los edificios que siempre ahi han estado.
Pero no importa...
"...un poquito de poesía chilena pa acompañarlos
y que tengan un buen día..."
Recitas un poema de Gabriela y
parte de una canción de Victor,
que tal ves muy pocos conocen, pero basta
para que esos se den vuelta y te miren.
"No importa si no tienen una moneita,
pero un saludo es mejor que una cabecita indiferente.
Yo podría estar en las Alamedas esperandote pa asaltarte,
pero no po, estoy aqui porque tengo bien claro
que asi no funcionan naita las cosas."
Y los pasajeros te sonrien,
estan orgullosos de ti.
Vas puesto por puesto
con una tasita que parece de juego de muñecas
y a cada uno le regalas un piropo:
"Teni lindos ojos cabro...
¿pero pa que te poni rojo?"
Y todos rien.
(...)
y asi después de cada día
logras demostrarle a la gente que sí existe la Alquimia.
Pudiste transformarte y ser una poetisa que embruja,
y sin que se dieran cuenta hiciste la magía
y el día de cada uno de los que iban sentados
(y tambien de los que no)
se transmutó de metal a oro.
(...)
como no escuché tu nombre yo te llamo Sandra.
Sandra:
porque tu cabello oscuro,
proque tus ojos pardos,
porque tus arrugas bien llevadas...
Sandra:
porque gracias.