Fui a ver quien tocaba la puerta, y pregunté…
-¿Quién es y qué desea?
-Un vasito de agua, compañero. Si no es mucha la molestia.
-Discúlpeme, de haberlo sabido antes..
Y le abrí la entrada de mi hogar como si se tratara de un hermano.
Era un hombre bajito, no medía más de un metro y cincuenta. Llevaba un sombrero de copa morado y una chaquetita verde sin bolsillos. Por su barba pude adivinar que no se trataba de un niño. Me dio la mano muy agradecido y lo guié por el pasillo que daba a la cocina.
-Una casa muy acogedora.
-Si, así es. A costado mucho esfuerzo, no crea que no. Ya llevo un buen tiempo acuí, acompañándola. Cuidándola.
-¿Vive usted solo, compañero?
-Si, me gusta más mi soledad que estar acompañando la soledad de otro. "Estar conmigo", suena menos triste.
-Ah, como lo entiendo. No existe mejor compañero que uno mismo y el viento.
-Venga, pase por aquí.
No puedo negar que al principio estuve bastante desconfiado, ya sabemos como es la ciudad, nunca se sabe si el que toca la puerta busca solamente lo que dice. Pero yo no podría negarle un vaso de agua a nadie. Después de verlo supuse (por su atuendo) que él no vivía en la ciudad tampoco...
-¿Hace cuánto ya que abandonó la agradable vida en la ciudad?
-Ya son años, ¿serán 7 u 8? no sabría decirle la verdad.
-Ah, le falta uno para dar el gran paso, compañero.
-¿Y usted?, tampoco vive en la ciudad.
-No, la dejé hace muchos años. Ya no recuerdo cuantos. El día que partí dejé mi reloj atrás y me olvidé de los días. No sabe el cambio que eso significó, pero después de 9 meses me acostumbré y empecé a vivir como si los días no pasaran. Agradezco por eso.
-¿Y desde entonces a qué se dedica?
-A aprender lo que no aprendí cuando vivía entre los edificios y el pasto de cemento. A conocer lo que no conocí mientras caminaba entre personajes disfrazados. ¡Y uno no se cansa, compañero!, todos los días descubro cosas nuevas, ¡todos!
-¿Y a qué se debe a que hoy toque mi puerta en busca de un vaso de agua? Discúlpeme por tanta pregunta, pero es que usted me tiene intrigado.
-¿No lo adivina?
-Tenía sed.
-Ja ja ja, muy bien, pero no. Eso si no piense que le estoy mal agradeciendo su vaso de agua, no, no es eso, compañero.
-No, no se preocupe que por mi mente no pasan ese tipo de ideas.
-Hoy salí a caminar como lo hago todos los días. ¿Vio el atardecer de esta tarde?
-La verdad es que no. No acostumbro a salir de mi casa, salvo para ir a comprar, y cuando lo hago trato de hacerlo lo más rápido posible.
-Compañero, no sabe de lo que se pierde. Bueno le sigo contando porque llegué aquí esta noche...
Después de la larga conversación me di cuenta de que su visita no era una coincidencia. Ese hombre con botas rojas y un bastón que media casi el doble de su estatura, no es taba tomando agua en mi casa porque si. No soy un religioso devoto, no rezo en las noches, ni doy gracias a dios antes de cenar, pero esa noche sentí unas grandes ganas de sentarme al piano y tocar, tocar, tocar y tocar. No lo hice, claramente por que no tengo piano y no se tocar, pero estoy seguro de que esa noche podría haber sacado todas esas canciones que suelo escuchar en mi cabeza y logro memorizar. Lo despedí sin decir hasta luego, porque sabía que no nos volveríamos a ver.
-Chao compañero, y gracias por el vasito de agua.
jueves, junio 26
Adios Don Martin.
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1 comentario:
nooooooo
lacaó el texto
la kgó
puras imagenes
si te digo, lo repito, tu eres el imagemen
en serio, es asombroso, me encató.
Lo repito, o si, me encató
y quiero conocer al señor.
Si alguna vez vuelve a tu hogar, sólo llamame y estaré en 5 minutos (ya sabes, somos casi vecinos)
te quiero amigo Ru...
Y recuerda que tenemos unasalida pendiente pue compañero poeta!
MUAC
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